¿Final feliz?

17/10/08


El enlace entre la abuela María Antonia y Marcel fue anunciado a dos semanas de la fecha en la que Rosy y yo íbamos a contraer matrimonio. Tomaron la fecha y el lugar, la catedral de la Almudena. Asistimos a la ceremonia ambas familias, y yo sentía curiosidad por ver con quien llegaba Rosy. No la ví venir y entré en la iglesia, no solo por supuesto, ya que casi todos los presentes, unos trescientos invitados por cada una de las familias, conocían mi historia. Carlota me hizo el favor de acompañarme, previo pago de doscientos cincuenta euros la hora claro está. Nos sentamos cerca del altar. Marcel hizo su aparición, precedido de una estela de flatos de olor a medicina y muerte. Estaba nervioso, yo creo que estaba con el mono pues hacía horas que no se inyectaba su dosis habitual de morfina. Escuché un ruido metálico, y era la cadera de la abuela María Antonia avanzando en dirección al altar mientras profería incoherentes insultos a los invitados fruto de su alteración mental, a mí me llamó "putero" después de mirar a Carlota.


La macabra escena se había puesto en marcha. Allí estaban aquellos dos desafíos de la naturaleza todavía en pie. El que oficiaba la ceremonia se lanzó en un extenso discurso sobre el matrimonio que atajó María Antonia agregando que el cura era un "picha floja" y algo más que no quise oir. Finalmente llegó el intercambio de anillos y el beso. Marido y mujer. La historia había acabado bien, pues nos asegurábamos nuestro poder económico y no era yo el que se casaba. En el banquete, que se hizo en el salón de nuestra mansión ví por fin a Rosy, y a su acompañante. Me acerqué a ellos con sobrio porte y le dí la enhorabuena tanto a Rosy como a mi amigo Marcos, el imbécil que se había enamorado de aquel proyecto de mujer. La velada fue estupenda, de no ser porque muchos de los invitados comenzaron a reconocer a Carlota. Todos me miraban con una sonrisita de malicia y yo sabía muy bien que significaba. Por si no lo hubiera hecho, Marcel se me acercó y me dijo:

- Estarás contento, tu novia es una auténtica fiera.


Por fin acabó todo. Caminé trabajosamente, pues había bebido muchas copas cuando empezaron a sospechar de la verdadera ocupación de mi acompañante, y sí, el champagne rondel oro emborracha igual que el whiskey o lo que sea que soleis beber. Cerré trás de mí la puerta de mi habitación y me tumbé en la cama. Estuve mirando un rato al techo cuando volví a escuchar una serie de muelles y gemidos que venían de la habitación de arriba. Miré a la ventana y sentí algo tan repentino como incomprensible. Pensé en Rosy cinco minutos antes de acostarme.

6 Comentarios. Comenta tú:

Anónimo dijo...

Genial, como siempre :D

Curioso efecto el del rondel oro o quizá el de la propia Rosy, que te llevó a "pensar" en ella antes de dormir.

En fin, me alegro de que todo saliera bien, yo creo que si es un buen final, aunque un matrimonio con Rosy habría dado fruto a incontables anécdotas.

Saludos!

Anónimo dijo...

Señor Alejandro, supongamos que ocurre un milagro de la naturaleza y ese par de vejestorios engendran un nuevo vástago al compás del síndrome de tourette y sonoras flatulencias.El reparto de la herencia se vería complicado,
¿no?.
Patyyy..vuelve a postear con tu anterior avatar, vive dioss.

Anónimo dijo...

Recemos para que eso no ocurra anónimo.

Anónimo dijo...

No entiendo el ¿final feliz?

Anónimo dijo...

Es un final agridulce para el señor Alejandro. En realidad es un chico con sentimientos aunque en apariencia sea un ser superficial.

Cris dijo...

Un final a tu estilo.
Saludos.
Cris