Rosy de España

12/10/08



Era otoño. Las hojas secas de los árboles caían y en los senderos que iban y venían de la villa de los Capagne formaban una alfombra amarilla. Trás aquella noche funesta que decidí omitir por consejo de mi psicólogo en el post anterior, ordené mi cuarto y tiré todos mis preservativos, para tener una buena excusa en caso de emergencia. Rosy quería pasear conmigo por las calles de París. Me contuve las ganas de ponerle una correa y un vozal y le dí mi brazo para que se agarrara. Paseámos por París, que estaba como a media hora desde la villa de los Capagne, y allí Rosy destruyó por completo la imágen de "ciudad del amor" que tenía de la capital francesa diciéndome que me quería. La miré a sus ojos, me devolvió la mirada, bueno, al menos con el ojo izquierdo, y ví que sonreía. Luego, sin preguntarlo ni nada por el estilo, me dijo que había preparado las maletas para viajar a España para conocer a mi familia y amistades. Todo sea por el buen nombre de mi familia, me dije de nuevo mientras mi cara esbozaba una mueca que pretendía ser una sonrisa.

Rosy, como todas las desgracias, no vino sola. Se trajo a su abuelo, ya que este deseaba conocer España. Cuando me encontré con Marcos y mis otros amigos charlamos distendidamente. De repente Marcos señaló a una mujer que avanzaba por la calle y dijo "mira ese engendro, parece que se haya escapado de un circo", la mujer se acercó y me dio un beso en la boca, era Rosy. Les presenté a mis amigos, que quedaron todos atónitos ante la particular belleza de Rosy, pero pasado el susto inicial dimos una vuelta por Madrid. Cuando volvimos a casa mi hermana Cayetana me dijo que Marcel, el abuelo de Rosy, se había escapado no se sabía a donde. Comencé a buscarlo por la ciudad, preocupado de que pudiera ocurrirle algo debido a su avanzada edad. Lo encontré en una calle de Carabanchel comprando drogas a un camello vestido con su uniforme militar. Lo agarré del brazo y regresé con él a casa.

Entonces llegó la noche. Al igual que en Francia, Rosy y yo dormimos en cuartos separados, ya que era una falta al protocolo dormir en la misma habitación si no estabamos casados. Pero al igual que sucediera en Francia, miraba con temor el arco de la puerta esperando ver de un momento a otro la silueta de Rosy avanzando en la oscuridad. Sucedió. Rosy avanzaba hacía mí en la oscuridad mientras yo me aferraba a mis mantas, como si eso me pudiera proteger. Me dijo que quería hacer el amor y sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
- me... me... duele la cabeza.
Le dije. Y ella suspiró y se tendió a mi lado. Yo también suspiré, aunque de alivio.
De repente escuche unos gemidos cortar el aire, y unos exagerados ruidos de muelles en el piso de arriba. ¡Mi abuela estaba haciendo el amor con Marcel! todo iba a peor, y ya no podía ni imaginar que me deparaba el mañana.

9 Comentarios. Comenta tú:

Anónimo dijo...

sencillamente genial jajajajaja

Anónimo dijo...

luego diran de las mujeres que les duelen la cabeza siempre xD.

Anónimo dijo...

Dios! Esta entrada ha sido espectacular!!! jajajajajajaaj

Que grande el abuelo de Rosy, es mi nuevo ídolo, con permiso del caballero Valmaseda.

Saludos!

Anónimo dijo...

Los carcamales estaban haciendo el amor o el horror?.

Anónimo dijo...

Jajajaja de este último anónimo es genial.

Cris dijo...

Muy divertido,espero deseosa más capitulos.
Besitos.
Cris

Anónimo dijo...

Dos carcamales cuaternarios en plena fangoria sexual:

El -setenta ochenta.
Ella-noventa cien.
ÉL -que chi setenta ochenta.
Ella-.oño noventa cien.
ÉL .oño .amo. a ponenno .a.
dentadudas. ¡clic clac!.
Él -Que si sientes como
te entra.
Ella-Coño, no me entra
bien.

PATY ABRAHAMSSON dijo...

JJAAJAJA QUE BUENA ENTRADA, JAIME AHORA ERES JAIMITO??

Anónimo dijo...

si paty, ahora soy jaimito.